miércoles, 22 de julio de 2009

COMO EDUCA EL JUDO ...



COMO EDUCA EL JUDO
Por el Prof. José Angel Guedea

El profesor de Judo, trata de enseñar y en el mejor de los casos, muchas veces sin
proponérselo, intenta educar y a veces lo consigue, a través del Judo, Pero ¿de qué
manera? ¿Y de qué Judo? ¿Dando clases magistrales? ¿Soltando largos discursos?
¿Comunicando normas de comportamiento? ¿Con qué contenidos? ¿Mediante el
programa de cintos? ¿Practicando las katas? ¿El randori? ¿Preparándolos y
presentándolos a competiciones? ¿Implicando a los alumnos en el mundo del arbitraje?
¿De la enseñanza? ¿Con su ejemplo?
“Predica con la vida más que con palabras, el ejemplo es el mejor mensaje”.
(Filipina Dacmesme)
Pienso que si el Judo es un arma para educar y sirve para educar, es mediante una
mezcla de todo esto. Pero más importante que el Judo en si, es la figura del profesor y
dependerá de los valores que posea ese profesor, de su educación, de su personalidad,
de sus modales, de sus principios y de la empatía que tenga para transmitirlos y de la
motivación, lo que le haga ser más o menos efectivo educando.
¿Los contenidos? Eso quizá tenga menos importancia. Un profesor entusiasmado por la
práctica de las katas, que sabe comunicar ese entusiasmo y es capaz de reunir
periódicamente un grupo de judokas para entrenarse, será tan válido y capacitado “para
educar” como el profesor que sabe introducir a sus alumnos en una sesión de Judo sin
que apenas se den cuenta para practicar randori o como el profesor de arbitraje o
profesor de cursos de profesores que consigue “enganchar” por medio de sus
explicaciones a los aspirantes a árbitros o a profesores.
Quien verdaderamente “educa” es el profesor, no el Judo. El profesor se vale del Judo
para educar. Pero ¿que es educar?, buscando en el diccionario encontramos varias
definiciones, desde las más sencillas a algunas más elaboradas:
Educar:
“Formar o instruir a una persona”.
“Desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales, morales o cognitivas para un
determinado fin”.
“Contribuir con el propio ejemplo de una vida presidida por el amor, la coherencia
interna, la honradez y la sinceridad a que el inmaduro aprenda a desarrollar al máximo
sus potencialidades, se autorrealice, dé un sentido a su vida, esté en paz consigo mismo,
sea feliz y trate de hacer felices a los demás”. (B. Tierno)
Vamos a analizar estas tres definiciones.
“Formar o instruir a una persona”, es una definición un tanto ambigua que naturalmente
sirve, pero ¿formar o instruir en que sentido?, ¿en que forma?, ¿de que manera? A todas
luces incompleta.
“Desarrollar las facultades, intelectuales, morales o cognitivas para un determinado fin”.
Con más detalles que la anterior, aquí habrá que presumir en el educador el intelecto, la
moral y el conocimiento necesarios para alcanzar ese determinado fin.
“Contribuir con el propio ejemplo…”, también habrá que presumir que el educador está
en condiciones de dar ejemplo en el amor, la coherencia interna, la honradez y la
sinceridad para que al transmitir al educando, de un sentido a su vida y sea feliz.
Y ahora vamos a analizar al profesor.
El profesor de Judo se plantea en muchos casos, ¿que es un educador? ¿Se plantea que
como educador que es, tiene que dar una imagen ante sus alumnos? Que sin tener que
proponérselo, (y si hace falta proponiéndoselo), ¿tiene que llevar una vida presidida por
el amor, ser coherente en sus acciones y forma de actuar, consigo mismo y con los
demás, manifestar una honradez en cuanto a pensamientos, acciones y comentarios y
ser sincero en su forma de actuar y de comportarse?
Así como se dice que “el Judo no se enseña, se aprende”, la educación no se puede
imponer. Se pueden imponer normas, reglas y obligar al educando a respetarlas y en el
mejor de los casos a aceptarlas. La educación de una persona viene en un primer
momento determinada por su familia y el ambiente en que se ha desenvuelto hasta
entonces. Cuanto antes se pueda incidir sobre esa persona más fácil y más evidente será
la influencia del ¿Judo?, del ¿profesor?
Lo que está claro es que el educando tiene que sentir la necesidad de querer educarse.
Resumiendo el Judo sienta bien, el Judo enseña y el Judo es una escuela de vida, pero el
Judo por si solo no educa en un primer momento a los que lo practican y mucho menos
a quien no esta por la labor.
Evidentemente ayuda al educador en su función de educar, pero el que finalmente educa
es el Profesor.
Un profesor dejado, impuntual, desmotivado por sus clases, que no respeta a sus
deportistas, que llega a ser un ejemplo de lo que no debe de ser un profesor de Judo, por
buenos contenidos de Judo con los que juegue, difícilmente conseguirá “educar”.
Para terminar:
Analizando todo esto y después de asumir que el Judo por si solo no educa al niño,
tenemos que admitir la grandeza del Judo, que ayuda al profesor a “educar”, y que a la
vez, por si mismo, “educa” al profesor, si lo necesita, cuando este ya ejerce como tal y
se da cuenta de sus carencias en el momento de comunicar y de dar ejemplo, y decide
cambiar.